domingo, 12 de febrero de 2017



Yo no pierdo, yo gano todo el tiempo
todo el aire lleno de música
que en forma de pez nada sobre mí
así me alimento con solo escucharla
y mi corazón crece sin parar.

Yo no pierdo, yo gano todo el tiempo
estamos hoy para ser feliz
con las puertas abiertas de par en par
vivir solo vivir, vivir para reír.

Yo no pierdo, yo gano todo el tiempo
toda la vida tiene poesía hoy
letras que saltan sobre mí
guardarlas en mis bolsillos del pantalón
puedo tomarlas y escribir cuando quiera
de vos y de mi, de el y de ella.

Todo el aire lleno de música
toda la vida tiene poesía hoy
vivir para cantarla
vivir para escribirla
vivirla para reír.

Gustavo Girardi


Querido Cronopio ya treinta y tres años, no fuimos contemporáneos, pero yo soy uno mas de tu pequeño mundo o quizás enorme mundo, me gusta mas esta segunda opción sabe, aquí, ahora, por siempre, toda la vida tiene letras hoy. También aquel 12/02/1984 fue domingo. Esto hablaban los periódicos de ti en aquel día.

 El Domingo de 1984 en que Julio Cortázar murió en París, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de un hecho inédito en su historia: una invasión de mariposas. Al día siguiente, los científicos explicaron que una oleada de calor en una zona rural vecina originó una migración inicial de mariposas en busca de fresco, y que miles de ejemplares fueron acoplándose durante el trayecto, hasta que desembocaron en el centro porteño.

El fenómeno no se ha repetido, hasta hoy, pese a que ha habido veranos mucho más calurosos que aquel. Las crónicas, las notas y los comentarios publicados por entonces no relacionaron aquella alteración momentánea de la ecología de la ciudad con el deceso del escritor. Para casi todo el mundo se trató de una curiosidad científica o, en todo caso, una “nota de color” a la hora de conformar la agenda informativa de los medios, tan aburrida, en general, durante los meses de calor.

Para Cortázar hubiera sido normal no sólo porque amaba las mariposas desde su niñez (y eso consta en su obra) sino también porque la irrupción de los elementos fantásticos en la más rutinaria de las normalidades era una de las claves de su narrativa. Que una ciudad que amó a un escritor resultase invadida por los más hermosos insectos el día de su muerte fue una de esas causalidades que él buscó y atesoró durante buena parte de su existencia.