Nada hay que nada prohiba
La cuidad se vuelve oscura, los autos marcan el camino de regreso, el día parece terminado. Y uno en un costado, alejado, sentado, observa que es bueno a veces, sentirse como un excluido de esa rutina que marcan el ruido de los autos y los pasos de la gente. Tal vez condicionado por los horarios de oficina, facultad o por las rutinas de este mundo in-mundo, donde parece estar mal visto simplemente sentarse a mirar. Mirar como se comporta la gente y pensar cuantas veces (más de lo que nos imaginamos) nosotros también formamos parte de ese tráfico acelerado, sin frenos, donde vivimos pidiendo permiso. Hoy la observo desde afuera y me imagino mi futuro: nuevamente sentado en un banco Por más que el futuro me asigne ser un engranaje más de esta sociedad en donde las agujas del reloj giran cada vez con más rapidez. En ningún momento voy a dejar que me roben la vida, el momento mío, el de poder detener el tiempo, con música, con amigos, amor o simplemente sentarme para mirar a la gente pasar.
Gustavo Girardi
miércoles, 21 de abril de 2010
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