Yo en realidad tendría que ir -le dijo Oliveira a un gato negro de la
rue Danton-. Una cierta obligación estética, completar la figura. El
tres, la Cifra. Pero no hay que olvidarse de Orfeo. Tal vez rapándome,
llenándome la cabeza de ceniza, llegar con el cazo de las limosnas. No
soy ya el que conocisteis, oh mujeres. Histrio. Mimo. Noche de empusas,
lamias, mala sombra, final del gran juego. Cómo cansa ser todo el tiempo
uno mismo. Irremisiblemente. No las veré nunca más, está escrito. O toi
que voilà, qu'as tu fait de ta jeunesse? Un inquisidor, realmente esa
chica saca cada figura… En todo caso un autoinquisidor, et encore…
Epitafio justísimo: Demasiado blando. Pero la inquisición blanda es
terrible, torturas de sémola, hogueras de tapioca, arenas movedizas, la
medusa chupando solapada. La medusa solando chulapada. Y en el fondo
demasiada piedad, yo que me creía despiadado. No se puede querer lo que
quiero, y en la forma en que lo quiero, y de yapa compartir la vida con
los otros. Había que saber estar solo y que tanto querer hiciera su
obra, me salvara o me matara, pero sin la rue Dauphine, sin el chico
muerto, sin el Club y todo el resto. ¿Vos no creés, che?
El gato no dijo nada.
Julio Cortazar
sábado, 16 de abril de 2016
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