lunes, 2 de mayo de 2016

El chiquilín anda por la costa y levanta del suelo un tubo cualquiera, un pedazo de caño hueco tapado de herrumbre y tierra, y se lo pone en un ojo, como un largavistas. Apunta contra el sol. Guiña el otro ojo y en el extremo del tubo de hierro vuelan mariposas con las alas despintadas por la lluvia de ayer y vuela el mago cantor y también vuela, hacia las frondas del monte, un ejército de pájaros encabezados por las calandrias barullentas. Un chingolo sale aleteando por la ventana de casa y con el pico le ponió a mamá un billete que no se termina nunca jamás, así ella compra comida y no tiene que trabajar ni llorar ni andarse preocupando. El chiquilín se ve a sí mismo, también, en la otra punta del tubo de hierro, y él es grande y es domador de caballos. El chiquilín camina y camina tanto que la rambla se acabó y entonces ve un escalón y se ordena:"sentate"
Y piensa:
¿Adónde se van los señores que viven en la luna cuando la luna se va encogiendo y se queda finita, finita? ¿Cuántos granos de arena hay en este mundo de aquí?
Y piensa:
¿Los Reyes Magos les llevan regalos a los muertos? ¿O los muertos son como los pobres?
¿Cuánta gente cabe en la boca de un tigre?
¿Por qué tuvimos que venirnos aquí?
Arranca un puñado de pasto y se lo mete en el bolsillo: es lechuga, para que el papá coma cuando vuelva. Al papá se lo llevaron y nadie puede verlo y él le guarda comida y le cuida las cosas.
El chiquilín no ama la ciudad, porque la ciudad es grande y uno se pierde y ahora él no sabe cómo hará para volver. Una gaviota le pasa cerca y él le tira un manotazo y no llega. Piensa: "En gaviota, nunca andé". Piensa que sería lindo poder andar en gaviota o en cometa y llevar a papá a conocer los otros mundos. 

 
Fragmento de "La canción de nosotros" de Eduardo Galeano

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