lunes, 14 de noviembre de 2016





Los otros días fui con un amigo a plaza serrano, nos sentamos en una pizzería en una mesa sobre la vereda, en una cuadra angosta de igual ancho de la mesa. Una cuadra que desembocaba a un paredón, por lo tanto es una cortada, y al girar mi cabeza (estaba de espalda a la cortada) me significaba ver la calle desierta y casas, con el detalle que la casa del fondo tenia una enredadera en todo su frente. A mi derecha, en la esquina frente a la pizzería una casa de venta de antigüedades, y a mi izquierda la ventana que daba al interior de dicho establecimiento, con la curiosidad que había una mesa para cuatro. Un instante basto para que mi mirada se perdiera por algún lugar de la ciudad, para que al voltearme y ver nuevamente al interior en la mesa estaba sentada ella, una vez leí que las cosas bella no necesitan marketing, fue verla y soñarla al mismo tiempo. Me salio saludarla con la mano a través del vidrio, decirle un “hola” que ella no escucho que leyó de mis labios de la misma forma que leí su “hola como andas?” y así fue el instante que mas recordare de aquella noche, juro que esa sonrisa no la olvidare más. Y ahí comprendí que un encuentro casual es lo menos casual en la vida.  

Gustavo Girardi

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