Los otros días fui con un amigo a plaza serrano, nos
sentamos en una pizzería en una mesa sobre la vereda, en una cuadra angosta de
igual ancho de la mesa. Una cuadra que desembocaba a un paredón, por lo tanto
es una cortada, y al girar mi cabeza (estaba de espalda a la cortada) me
significaba ver la calle desierta y casas, con el detalle que la casa del fondo
tenia una enredadera en todo su frente. A mi derecha, en la esquina frente a la
pizzería una casa de venta de antigüedades, y a mi izquierda la ventana que
daba al interior de dicho establecimiento, con la curiosidad que había una mesa
para cuatro. Un instante basto para que mi mirada se perdiera por algún lugar
de la ciudad, para que al voltearme y ver nuevamente al interior en la mesa
estaba sentada ella, una vez leí que las cosas bella no necesitan marketing,
fue verla y soñarla al mismo tiempo. Me salio saludarla con la mano a través
del vidrio, decirle un “hola” que ella no escucho que leyó de mis labios de la
misma forma que leí su “hola como andas?” y así fue el instante que mas
recordare de aquella noche, juro que esa sonrisa no la olvidare más. Y ahí
comprendí que un encuentro casual es lo menos casual en la vida.
Gustavo Girardi
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