
Yo no se que ángel pardo se asomó por Fiorito, se coló en los picados donde él anochecía y prendado del ángel, gurrumín de la zurda, se instaló en el mocoso con brutal brujería. Ya tramaban entre ambos portentosas hazañas con la número 5 de compinche jugada. Paternal fue la ruta, la escuelita de barrio, escenario temprano, fogeo y recalada.
Aquel ángel errante, diabla luz en su sangre, lo hizo crack mixturando travesura con fuego.
De movida, brotaba el sol de su alegría iluminando el verde que bordaba su juego.
Fue la mano de Dios y el demonio sudaca, desparramando ingleses y sutiles inventos.
La melena enrulada o el cabello cortito, el misterio era el mismo, la magia no era cuento.
El sur napolitano fue el sur de su suburbio, por morocho, por pobre, por sur(do), por desdeñado. Él le ofreció sus goles, su prodigio, sus ganas; y fue llenando el hueco del ídolo esperado. Humilló al norte con vital desparpajo.
Con la celeste y blanca se arreó media tribuna.
En el sur y en el norte le hizo un corte de manga a los que despreciaron su canción de cuna.
Desnudó a los hipócritas mandamases del fútbol.
Lloró como tan solo lloran los que se juegan, y como pasa siempre con los Cristos de barro, lo colgaron con clavos en la cruz de su entrega; y no le perdonaron ni su origen, ni su orgullo, ni ese privilegio (que mantiene) de mover muchedumbres, sin pasarse al bando de los que a todos humillan para ser uno de ellos (como siempre es costumbre): los burócratas grises de aceitadas bisagras o el chantun cholulaje de amigotes en rueda o los caretas impúdicos conocidos de siempre o los escribas que restan por las 30 monedas, toda esa calaña lo sentenció caído como el árbol que abate el hacha la tormenta, le calculó la leña que de él le serviría y lo hizo noticia a sumar en su cueta, pero él es bien de abajo por sobre toda duda y sigue en las banderas, en los cánticos, en los coros, porque la gente intuye que aun entre los brillos, sigue siendo uno de ellos, es El Diego. Es aquel pibe del barrial de Fiorito, la tribuna le canta con su voz (Maradooo, Maradoooo)
Relámpago del fútbol del Mundo en un tiempo de grises picapiedras y sinuosas personas.
Yo lo vi… lo vi desde el piso de una cancha alambrada o en alto cemento del estadio encumbrado, en la incierta ventana de una caja de luces o en el osco potrero de algún barrio apartado.
Cuando alzaba la copa de la heroica victoria o gritando la fiesta de otro gol festejado
Y lo vi con la bronca y el amor propio herido, sin guardarse el insulto al sentirse insultado.
Es El Diego, es aquel pibe con el ángel adentro que no se vende al diablo y al ángel no abandona.
Una redonda, el hada, fue su arma y su juguete. Es canto en las tribunas… su nombre?: Maradona!!!!
Pinta, pinta, pinta mi alegría ese pintor, Pinta, pinta, pinta de alegría este pintor.
Maradooo Maradoooo, Diegooooo Diegoooo
Aquel ángel errante, diabla luz en su sangre, lo hizo crack mixturando travesura con fuego.
De movida, brotaba el sol de su alegría iluminando el verde que bordaba su juego.
Fue la mano de Dios y el demonio sudaca, desparramando ingleses y sutiles inventos.
La melena enrulada o el cabello cortito, el misterio era el mismo, la magia no era cuento.
El sur napolitano fue el sur de su suburbio, por morocho, por pobre, por sur(do), por desdeñado. Él le ofreció sus goles, su prodigio, sus ganas; y fue llenando el hueco del ídolo esperado. Humilló al norte con vital desparpajo.
Con la celeste y blanca se arreó media tribuna.
En el sur y en el norte le hizo un corte de manga a los que despreciaron su canción de cuna.
Desnudó a los hipócritas mandamases del fútbol.
Lloró como tan solo lloran los que se juegan, y como pasa siempre con los Cristos de barro, lo colgaron con clavos en la cruz de su entrega; y no le perdonaron ni su origen, ni su orgullo, ni ese privilegio (que mantiene) de mover muchedumbres, sin pasarse al bando de los que a todos humillan para ser uno de ellos (como siempre es costumbre): los burócratas grises de aceitadas bisagras o el chantun cholulaje de amigotes en rueda o los caretas impúdicos conocidos de siempre o los escribas que restan por las 30 monedas, toda esa calaña lo sentenció caído como el árbol que abate el hacha la tormenta, le calculó la leña que de él le serviría y lo hizo noticia a sumar en su cueta, pero él es bien de abajo por sobre toda duda y sigue en las banderas, en los cánticos, en los coros, porque la gente intuye que aun entre los brillos, sigue siendo uno de ellos, es El Diego. Es aquel pibe del barrial de Fiorito, la tribuna le canta con su voz (Maradooo, Maradoooo)
Relámpago del fútbol del Mundo en un tiempo de grises picapiedras y sinuosas personas.
Yo lo vi… lo vi desde el piso de una cancha alambrada o en alto cemento del estadio encumbrado, en la incierta ventana de una caja de luces o en el osco potrero de algún barrio apartado.
Cuando alzaba la copa de la heroica victoria o gritando la fiesta de otro gol festejado
Y lo vi con la bronca y el amor propio herido, sin guardarse el insulto al sentirse insultado.
Es El Diego, es aquel pibe con el ángel adentro que no se vende al diablo y al ángel no abandona.
Una redonda, el hada, fue su arma y su juguete. Es canto en las tribunas… su nombre?: Maradona!!!!
Pinta, pinta, pinta mi alegría ese pintor, Pinta, pinta, pinta de alegría este pintor.
Maradooo Maradoooo, Diegooooo Diegoooo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario