sábado, 23 de octubre de 2010

Ya he perdido el olor de los duraznos, mis ojos ven fantasmas en la gente al pasar, ya he cambiado de piel en estos días, hoy soy; hoy otro; y cuando paso no me ven. El tiempo al borrarse por mis dedos no me duele, mi cara en el espejo ya no tiene aquel color, ya no reconozco la calle en que camino, el lugar donde duermo ya no es más mi lugar. Estoy aquí parado, sentado y acostado, me han crucificado, pero todo me viene igual, estoy aquí parado, sentado y acostado, me han crucificado, pero todo me viene igual. Las cosas que yo veo son cosas sin historias, sin tiempo y sin memoria, son cosas nada más. Yo estuve muy solo, pero solo sin recuerdos, yo estuve muy solo, pero solo y nada más. Me acerco a una piedra y la miro sin pensarla, la toco sin nombrarla, la toco y nada más. Estoy aquí parado, sentado y acostado, me han crucificado, pero todo me viene igual, estoy aquí parado, sentado y acostado, me han crucificado, pero todo me viene igual. No tengo nombre, no tengo amigos, no tengo lenguaje, no tengo verdad, no tengo altura, no tengo dios, no tengo a nadie para llorar. Este es mi cuerpo, siento a mi alma, en corazón abierto caen estrellas. No tengo claves para decirte: "esta siembra es el canto de la libertad". Yo soy un minero, mi meta es el oro, lo encuentro en los pliegues de cualquier latir. Espero al mañana de la gran ventana, el trapecio del tiempo se alejó de mi. Sembró el jardinero y crecieron arbustos, pero su memoria no lo traicionó, y la semilla bajó de la tierra, abrió su coraza y un brote soltó.

Miguel Abuelo

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