“Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad.
Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización
mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera un color
[...] medí el horror de lo que tanto maravilla y encanta a las religiones: la
perfección del cosmos, la revolución inacabable del globo sobre su eje,
náusea, sensación insoportable de coacción...” (Cortázar, 1996: 304)