lunes, 5 de octubre de 2015



 CASI TREINTA
  
García Márquez decía que las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarle el ánima. Si me consideraría una cosa solo necesito quien la despierte en mí. Eduardo Galeano nos hablo de fueguitos, que cada persona brilla con luz propia entre todas las demás, no hay dos fueguitos iguales y nombra aquellos fuegos que arden la vida con tantas ganas que no se pueden mirar sin parpadear y quien se acerca se enciende. ¿No será acaso el tipo de fueguito que le hace falta a mi vida? Y mientras los libros van siendo la única compañía por estos tiempos y mis sueños me van entreteniendo, yo hago la pausa y miro con quien jugar la pelota para no sentirme vacío en este juego donde cada vez cuesta mas tirar una pared con alguien. Abrir los ojos a la mañana, buscar las pantuflas debajo de la cama, siempre debajo de la cama: “pero si yo las había dejado al pie de la cama” y la molestia del pequeño rayo de luz, que asoma; siempre la misma rutina del desayuno y el trabajo. Salir a la calle, en el día nos cansamos pero no pensamos, eso solo queda y viene en la soledad, donde nos tratamos de encontrar y nos vienen imágenes una tras otra, recuerdos, años pasados, crecemos, crecimos y parece que hay cosas que no cambiaron somos un instante, el mismo ser que añora, todavía espera… Nos come el deseo y la ansiedad, vamos en la ruta viendo campo a los costados, verde y vacas, vacas y verde, plantaciones y verde y vacas y girasoles, caballos y verde y una cabaña pequeña a lo lejos y un molino y una ruta interminable todavía a un destino incierto. 

Gustavo Girardi

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