jueves, 3 de noviembre de 2016


Fuimos Córdoba por cinco días. Y cuando ya estas en el aire volando no tenes vuelta atrás, me llevo lo mejor de la ciudad del cuarteto y el fernet. Fui adoptado por el andar de las calles, me senté en las plazas a leer, admire el sol y la mujer cordobesa muy bella por cierto. El jueves me tiraron un guiño vaya a saber de donde, la música me invito a entrar para beber esa cerveza y comprender de ahí en mas que esos son los momentos que uno va a recordar por siempre. El recital del viernes me llevo a otra dimensión, previo a entrar al Orfeo haciendo tiempo o el tiempo haciendo lo que quería con uno, en una librería vi el nuevo ejemplar de “Historia de Cronopios y Famas” con esas causalidades que lo tomo en mis manos, leo la contratapa y después lo abro al azar justo en la hoja del libro donde hacia referencia a la misma historia contada en la contratapa, pensé así somos los Cronopios, sonreí y volví a apoyar en libro en su lugar. Dada la hora me dirigí a entrar al Orfeo, fui a mi lugar y me aplasto ver al gigante, nuevamente sonreí pero esta vez con mas emoción, con los ojos húmedos, mordiéndome el labio (cosa que suelo hacer cuando el nivel de felicidad y asombro me desborda) y de ahí en mas fui capaz de detener el tiempo, no existía nada mas que música, emoción en ascenso como un avión que despega y nunca parece alcanzar la altura, llore cuando me sorprendió al cantar “Himno de mi corazón” y cuando pensé que todo había terminado dos bises mas me volvieron a emocionar, me retire de pie en un concierto donde me rendí de rodillas al salmón. Salí del recital en una nube, allí donde me esperan los que se fueron primero, no podía creer lo que había vivido, comprendí que la eternidad son esos momentos donde uno detiene el tiempo y es feliz. En el hotel dormí, dormí como cuando uno cierra los ojos sabiendo que nada, ni nadie puedo sacarnos esa sensación de felicidad plena. El sábado al día previo a la despedida, solo nos toco descansar para despedirnos de Córdoba de la mejor manera, y la mejor manera fue rumbear hasta un bar que me recibió con música de aquellas que nos dejan soñar, tome una cerveza, maldije no tener hoja y lapicera para escribir, pero ese calorcito, la espuma de la cerveza y la gente pasar y pasar iba siendo el final, me retiro así, me guardo el resto de la noche, fuimos a volar y volamos, a soñar y soñamos, Córdoba fue magia. 

Gustavo Girardi

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