vista desde el balcón de mi apartamento, situado en calle Obispo 512
miércoles 27 de febrero
de 2019
Podría comenzar la crónica del viaje con el asado de
despedida llevado a cabo en casa el día anterior a mi viaje, me queda el sabor
a la carne argentina que la noche del martes 26 de febrero me despedía de mi país.
Me queda el saludo que mi tierra me brindaba cuando cada vez era más la
distancia que me separaba del suelo a medida que el avión con destino a La
Habana se adentraba en las nubes y me quedo con el saludo que me tendió la isla
del caribe a recibirme como a un hijo más, sin banderas, sin fronteras.
Previo a ese abrazo, porque fue un cálido abrazo el que recibí
al tocar tierra de Cuba, hubo una escala en Lima. Un retraso de 5hs con la
salida del vuelo y una llegada a La Habana demorada; se hacía desear y mucho mi
sueño. La llegada prevista para las 18hs, recién iba a poder concretarse a las
00hs ya en el nacimiento de un nuevo día. Los controles en el aeropuerto José Martí
no fueron tan exhaustivos, la empleada de aduana que me recibió y controlo mi documentación
me halago la remera, una simple remera con un dibujo como estampa, dijo que era
muy linda con una sonrisa blanca y enorme. Sonreí con mi timidez y ya de
entrada comprobé que era verdad, la isla siempre sonreía.
El traslado me estaba esperando afuera, la noche cálida iluminada
con reflectores llenos de insectos girando alrededor. Se respiraba silencio,
gente atenta al llamado de su combi. Cuando escuche mi nombre me dirigí a mi
traslado, espere que se complete y me adentre a una Habana oscura. Los
pasajeros fueron siendo dejados en sus hoteles, fui uno de los últimos. Me
dejaron frente al gran Hotel Kempinski (un hotel maravilloso) pero mi destino
final no era ahí, era a unos metros en una casa de familia situada en Obispo
512 donde los anfitriones me estaban esperando (luego se irían y el
departamento quedaba para mí solo)
Cuando toque el timbre y desde un segundo piso retumbo en la
noche el grito de “Gustavo, toma las llaves” las arrojaron y subí! Así poco a
poco mientras subía por la escalera me iba adentrando a lo que iba a ser mi
vivienda por esas cinco noches y esos cuatro días en la ciudad de La Habana.
Así escalón por escalón mi sueño se iba haciendo realidad.
Gustavo Girardi
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